jueves, 25 de junio de 2009

Vete leyendo...

Te pintó tantas veces, que resultaba irónico coger un lápiz y comenzar a dibujar.
Tantas veces lloró sobre sus manos de papel, que sin darse cuenta las borró!
Alguna ventana camuflada por la niebla del pasado, allí en el fondo del cuadro, que cada vez era más y más grande.
Algunas flores raras que cogió mientras caminaba hacia su casa, unas para deshojarlas y otras para regalárselas.
Un instante de silencio en el que se decía todo sin decir nada mientras se perdía en su agua marina.
Los caminos raros por los que les llevó la vida con unos pies llenos de memoria, que siempre los conducían al mismo lugar, el principio de la nada.
La música: preciado tesoro, único, de ambos y de nadie más.
Se llevó todo lo que no dio y le dejó todo lo que pudo dar.
Las mañanas tan cansadas…, y sus andares de chiquillo.
No fue un tiempo prestado, sólo un salto en el camino.
Lo grande que tuvieron y lo pequeño que dejaron escapar.
Perfectos en la imperfección del ojo ajeno, que no todo lo que relucía era oro.
Que nadie nace “enseñao”, que el maestro de la vida debe errar “pa” seguir creciendo.
Si hoy moría un poquito, mañana despertaría más viva porque lo que no mataba fortalecía.
Y miren, pasen y vean, cuidado! Cuando las barbas de tu vecino veas cortar...
Que no pare de girar este mundo ya más, que de él se apeó muchas veces y fue bonito el salto al vacío, nunca se sintió tan viva que durante la caída libre.
Y las miradas ajenas, eso, que sigan siendo ajenas, que lo de ellos no se acababa ahí porque hay cosas que están por encima de otras y lo estarán siempre.
No “perdieron” nada, sólo ganaron.
Cuando algo se acaba, empieza algo nuevo.
Siempre les quedará un alto al fuego, un 9 de septiembre, unas risas por lo vivido y una lágrima por lo que vivirán.
Porque aún a sabiendas de que le tiene que mudar de su piel, su abrazo y su alma, siempre permanecería en un trocito de ella.
Aposté, apuesto y apostaré.