sábado, 20 de octubre de 2007

Vida

En el bosque, en el de tu risa, la mía...
Allí apagadas las horas, las estrellas y la luna. En el camino, en el que me perdí. Retazos de otros tiempos, retales de mi vida que se deshilan, como se queman las fotografías, aquellas, las de otros días. Y seguiré mi caminar, colocando el pie en las huellas de otro ayer, por mi ciudad, por las calles que nos vieron una vez. Y aquí me siento bien, en mi sitio, en mi lugar, donde debo estar. Con mis derrotas y mis victorias, que no me apago porque aún ardo. Que no me falta ni me sobra, que nada cambia porque nada hubo. Que se entere el viento, que lo lleve a lo más alto, a lo más incierto...
Que surque los mares y recorra ese mundo que yo no veré. Que se lo diga bajito, que no me falta ni me sobra, que el que nada tiene, nada pierde. Que en mis trincheras, me fumo mis mañanas, mis amaneceres y los olvidados. Que no muero porque soy vida. Que no me hundo porque nada había. Y floto, y respiro, y camino, por y para mi.
Que el rocío de la aurora, arrulle los deseos de lo ajeno.
Que no me pierdo ni me caigo.
Que me siento viva, más viva que nunca!
Porque soy vida, porque daré vida y rienda suelta a todo aquello que me aproxime, sólo un instante, a tocar el cielo... con la punta de mis dedos.

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